1. MAYOR DESGASTE. Los distintos componentes del neumático sufren mucho más por el uso en trayectos de largo recorrido y por las altas temperaturas que alcanza el asfalto, que llega hasta 10 grados por encima de la temperatura ambiente. En verano, esta situación proporciona un terreno abonado para los pinchazos que se producen con más frecuencia en los meses de calor.
2. DEFORMACIÓN. El desgaste es, en ocasiones, irregular debido a errores en la alineación, problemas de amortiguación o presión inadecuada. Por tanto, se observan deformación de las ruedas. Cuando el neumático adquiere forma ovalada y se desgasta más en la banda central es porque la presión es excesiva o la alineación de la dirección es demasiado abierta. Si el desgaste se produce en los bordes, significa que la presión es muy baja, hay sobrecarga o una alineación va muy cerrada.
3. PÉRDIDA DE PRESIÓN. La disminución de la presión pueden deberse a la pérdida de los tapones de válvula, lo que, además, puede provocar que entre agua al interior de esta. La cubierta va perdiendo su hermetismo y no puede mantener la presión correcta.
4. MALA AMORTIGUACIÓN. Los amortiguadores se van deteriorando progresivamente y casi de forma imperceptible repercuten en la duración del neumático, reduciéndola hasta en un 50%.
5. APARCAMIENTO INADECUADO. Las maniobras de aparcamiento también son un riesgo para los neumáticos. Por un lado, los golpes con los bordillos son una auténtica tortura que daña mucho la goma y abren paso a los peligrosos ‘reventones’ en pleno viaje. Por otro lado, girar las ruedas del coche parado para ‘enfilarlo’ hacia el espacio elegido para estacionar es una costumbre muy perjudicial porque el roce es mucho mayor que cuando están en movimiento, con lo que conviene girar las ruedas al mismo tiempo que movemos despacio el coche para maniobrar.
6. FRENAZOS BRUSCOS. En los atascos o en momentos en los que hay tráfico intenso en la carretera se comenten muchos errores de conducción que perjudican igualmente el estado de los neumáticos, como frenazos bruscos, cambios constantes de marcha, o incorrecto trazado de las curvas que puede provocar un esfuerzo extra de las cubiertas para sujetar el coche en el desplazamiento lateral.
7. DISTANCIA DE FRENADO y ‘AQUAPLANING’. La presión baja también conlleva un aumento en la distancia de frenado y, si el suelo está mojado, se incrementan los riesgos exponencialmente: las imprevistas tormentas de verano pueden dar lugar al temido ‘aguaplaning’, ante el que debe estar prevenido.
8. MENOR ADHERENCIA AL ALFALTO. Si la presión de las ruedas es demasiado elevada, disminuye la capacidad de adherencia al asfalto con el peligro que eso conlleva, además de hacer la conducción más dura e incómoda.
9. ARENA. Un factor externo que desvirtúa la eficacia de los neumáticos es la arena -muy común en esta época de vacaciones, inevitable tanto en zonas rurales como en costeras-. La arena se acumula en las bandas de rodadura lo que interfiere en la capacidad de agarre cuando se pasa al asfalto; en la carretera se acumula más cantidad de polvo y arena que van soltando los propios vehículos. Conviene evitar movimientos bruscos para no derrapar.
10. ACCIDENTE por neumático liso No revisar el estado de las ruedas del coche puede repercutir en su bolsillo ya que si la profundidad del dibujo es inferior a 1,6 milímetros, se expone al momento de realizar un frenado o pasar por el agua pierda el control del vehiculo.